Ojos de ópalo, corazón de ónix

No planeaba que al llegar la primera noche del año me sentaría a escribir esta carta más bien esporádica que sin embargo es una de las cartas que escribo en uno de los momentos de mayor lucidez en mi vida. Pero aquí me encuentro, cerrando la cortina morada que cubre mi cama. Sí, la cortina que ha sido confidente de todas nuestras conversaciones y tonterías de después de las once, la que guarda los cuentos que contamos y es testigo de los planes que no se concretaron. Pero tan pronto como abrí una nueva hoja en mi diario, supe que esta carta no sería fácil de escribir

Me he mentido a mi misma. No sé si es la esperanza de que cambies, o cuál otro disparate impulsa esta falta a mi integridad. Pero lo hice, y tal vez me cansé.  Así que me senté, me coloqué una manta en los hombros, y asumí la aflicción que me acongoja. ¿Desde cuándo? Ahora que empiezo a ser completamente honesta conmigo, creo que desde hace dos inviernos. Hoy ya no me excuso más, porque mis justificaciones son la mayor desgracia que el romanticismo ha presenciado pues el amor que te tengo y hasta imploro no debería ser tan agotador y lacerante.

Me siento terriblemente culpable por pensar en terminar nuestra relación a tan sólo cinco meses de que por fin podamos estar juntos sin océanos ni fronteras que nos separen. Me estoy partiendo el corazón yo sola porque en verdad te amo, y esto está a punto de volverse tan tangible como el frío que siempre acompaña a mis manos. Pero me preocupa es que esta clase de analogías lleguen solas, porque el amor no debe calar como el viento helado se cuela en mi cuerpo. Pero es lo que hay, y me siento ridícula diciendo que te amo pero al mismo tiempo sentirme así de cerca de rendirme en nuestra relación. ¿Es que mi paciencia no da para los miserables ciento cuarenta y un días que restan para poder tener frente a mí tus ojos de ópalo azul? Han pasado poco más de tres años desde que nos conocimos como para girar hacia la salida del aeropuerto estando tan cerca de tocar nuestra mayor meta desde que formalizamos nuestra relación.

"El craquelado es un fenómeno de deterioro común en pinturas antiguas". No sé si llamaría a esto una derrota, no sé si me he rendido, o si no logro entender que se requiera de tanta fuerza para seguir contigo. Mi vida, detesto estar y saber que te amo como para ser completamente honesta respecto a mis sentimientos. No te quiero romper el corazón de la manera en que esta carta ha hecho con el mío. Parece estúpido querer cortar una relación por el bien de los dos cuando aún hay todo este amor y sin saber con certeza cuál es el problema, tener esta corazonada de que las heridas se han acumulado una tras otra, y ahora hay una red compleja de pequeñas hendiduras y baches por la cantidad de raspones que hemos querido sanar pero no han cicatrizado.

Y me caga que la distancia siempre haya estado entre los dos como la culpable de todo. Porque nunca puedo saber con certeza si es ésta quien causa todos los problemas entre los dos; desde no poder llamar tan seguido por la diferencia de horarios hasta que tú buscaste calor en otros brazos. Porque siempre tengo que resignarme a tirar piedras en el océano que nos separa, y decir que todas las tormentas son simplemente el ciclo del agua evaporando las gotas que nos ahogan. Odio no saber si la falta de oxígeno en nuestros pulmones es mas bien por el polvo acumulado sobre conversaciones negligidas en las que debimos confrontar la realidad.

Y es que no hacen falta dispositivos ópticos para ver las grietas en este corazón de ónix, pero no puedo decir con exactitud por qué es que luego de tanta presión, es la tinta de un lapicero lo que termina por romperlo. Porque duele pensar que lo nuestro, tan largo y tan hermoso como alguna vez fue, no pase de ser una fiebre intensa de adolescencia.

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