El niño que no creía en la magia
Esa tarde de abril volví a ver al niño (con cuerpo de adulto) que no creía en la magia. Como reacción involuntaria, mi corazón recordó esos viejos días en que se aceleraba desmedidamente al verlo haciendo la única cosa que lo mantenía realmente vivo: música. Él estaba en el escenario, tocando la trompeta con una pasión divina. Cada nota era una de las partes más puras de su ser, él las liberara para que encontraran un nuevo hogar en cada espectador. Tal vez por eso es que alguna vez, cuando eramos niños, me dijo que sentía que su vida estaba cada vez más vacía. Aunque nunca me dijo el por qué de sus cicatrices ni la razón de sus nostálgicas canciones. Antonio, fúlgida estrella en la oscuridad. Ojos color café, sonrisa imperfecta. Corazón cálido, mirada gélida. Sustituía el silencio con melodías. Detestaba cosas como pedir deseos a las estrallas, pero creía en encomendarse al cielo. Con pequeños actos mejoraba el mundo. Un hombre de fe, sin confianza en si mismo. Decía no tener sue...